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Demostrando la manera de tu escape
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Padre, Tu Hijo es santo. Yo soy aquel a quien sonríes con un amor y con una ternura tan entrañable, profunda y serena que el universo te devuelve la sonrisa y comparte Tu Santidad. Cuán puros y santos somos y cuán a salvo nos encontramos nosotros que moramos en Tu Sonrisa, y en quienes has volcado todo Tu Amor; nosotros que vivimos unidos a Ti, en completa hermandad y Paternidad, y en inocencia tan perfecta que el Señor de la Inocencia nos concibe como Su Hijo: un universo de Pensamiento que le brinda Su plenitud.
Eres lo que valoras.
Tu realidad es establecida por las cosas que estimas.
Cuán extraña es esta Verdad elevada: al final, siempre
pierdes las cosas que más estimas porque las estimas con
el fin de perderlas. De esta manera estimas la muerte, y mantienes intacta su realidad.
Matas las cosas que amas por temor al regreso del amor. Mientras tengas en gran estima la mortalidad seguirás siendo mortal.
¿Cómo puede lo mortal conocer la inmortalidad?
Lo mortal carece de fuente. Carece de significado.